I
Tus ojos, morena,
me encantan a mí
aun más que las rosas,
aun más que el jazmín,
aun más que las perlas,
aun más que el rubí.
Por eso sin ellos
no puedo vivir,
por eso los míos
se fijan en ti,
por eso a sus rayos
quisiera morir,
por eso me encuentro
contento y feliz
si tú a la ventana
te dignas salir,
si tú una mirada
me das desde allí!
Morena, por eso
te vuelvo a decir
tus ojos, morena,
me encantan a mí!
II
Rondando tu calle,
cantando felíz
la sal y la gracia
que Dios puso en ti,
las noches enteras
estoy, serafín;
y rabia tu madre
diciendo que así
en toda la noche
la dejo dormir;
más nada me importan,
sufriendo por ti,
el aire y la lluvia
y el fiero mastín
que suele tu madre
soltar al oír
mis tiernos cantares,
¡oh rosa de abril!
La luz de tus ojos
me lleva tras sí,
pues soy mariposa
y anhelo morir
en ella abrasado,
que es dulce ese fin
y... ya te lo he dicho
mil veces y mil
tus ojos, morena,
me encantan a mí!
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