Los manejos del deseo (sexual) están en la mente.
Seguro, pero requieren la intervención del cuerpo. Cercada por las dietas, los
anticelulíticos y por panteras en
bikini, una idea me cae de golpe por su propio peso; si no te gustas, no te
desnudas. En fin, si no te gustas, aunque te desnudes, no te disfrutas, no te
muestras. Hablo de hombres y de mujeres, claro.
¿Y qué es gustarse?
Te gustas porque alguien te mira con deseo, porque
alguien se enciende al observar tus muslos, la curva de tu espalda o, vaya, tu
anatomía entera. No depende de ti, amiguito, amiguita. Es porque te lo hacen
saber y te lo hacen notar.
Por eso resulta así de extraño el mundo del
gustarse, ése que duele tanto a la altura de la primavera. Hay mujeres gordas
encantadas de conocerse y chicas flacas que perderían hasta los huesos creyendo
estar más apetecibles. Hombres feos que seducen hasta las naturalezas muertas y
chicos guapos aterrados por su propio desnudo. El deseo no es objetivo. Es la
mirada del de enfrente.
Lo digo porque ya puede ir al gimnasio tu pareja, comer
acelgas viudas, embadurnarse de cremas reductoras, que hasta que no te plantes
enfrente con el deseo en ascuas no conseguirás que te conteste como estás
deseando. Deseando.
En el fondo, esta desazón de productos dietéticos y
sacrificios digestivos tiene su peor espejo en el sexo. Propongo sustituir los
gastos de nuestras parejas en cosméticos y verduras por un buen revolcón.
Mírale con deseo. Saldréis ganando ambos.
Es de Cristina Fallarás.
prismagotico.blogspot.com
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