miércoles, 11 de enero de 2017

Los Funerales. Mensaje hallado dentro de una botella.









¡Qué espectáculo tan amargo  y tan solemne es la pompa de los funerales!

La Iglesia colgada de negro, porque un hombre menos padece la vida; las hachas que se encienden para ojos que no ven; los cánticos que resuenan en torno de aquél cuyo oído se ha cerrado; los salmos que se hacen salir de sus labios mudos; el agua que se echa sobre la planta seca como si debiera renacer; y más lejos, en el cementerio, los homenajes que se dirigen a un viajero que ha partido ya; esos elogios que se le libran como un pagaré; las descargas de la mosquetería que parecen anunciar a otro mundo la llegada de un embajador; los lloros que se dejan caer en la fosa, cuántas esperanzas, cuántos sarcasmos…

¡Borrad esta última palabra; echar de menos es creer. No se saluda sino a quien se ve. No se dice adiós sino a quien te oye….!




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domingo, 8 de enero de 2017

Invierno. Antonio Lucio Vivaldi (1678 – 1741)









Primer movimiento: Allegro non molto

Este movimiento describe ingeniosamente los efectos del frío, el castañeo de los dientes y el temblor del cuerpo. De nuevo aparece la tempestad; para mitigar un poco el frío, los campesinos corren y patalean.

Segundo movimiento: Largo

Con una placentera y larga melodía del violín solista, evoca una tarde de lluvia disfrutando de esta al abrigo de la casa y al calor del fuego de la chimenea. La lluvia está evocada por los pizzicatos del violín primero y el violín segundo.

Tercer movimiento: Allegro

El movimiento en su inicio hace referencia al caminar lentamente sobre el hielo por miedo a caerse, el hielo comienza a agrietarse y todos ahora corren a refugiarse dentro de la casa; por las hendiduras de la puerta y de las ventanas se filtra el fuerte viento; pese a todo, el invierno nos deja grandes alegrías.



Antonio Lucio Vivaldi (Venecia, 4 de marzo de 1678 - Viena, 28 de julio de 1741), fue un compositor y músico del Barroco tardío. Se trata de una de las figuras más relevantes de la historia de la música. Su maestría se refleja en haber cimentado el género del concierto, el más importante de su época. Vivió los años de transición del siglo XVII al siglo XVIII, es decir, el final del llamado periodo barroco de la música.

En ese momento el legado histórico de la música europea era trascendental, pues había emergido de las primitivas formas del Medievo a la ejecución de varias melodías al mismo tiempo en la polifonía, estilo que diferenciaría a la música occidental de la del resto del mundo. Este género musical se desarrolló tanto en el ámbito religioso como en el profano.

En el concierto barroco son marcados los contrastes: en tempo (velocidad), la exposición temática en forma de eco y la lograda por la oposición de un instrumento en contra de toda una orquesta.

Este reciente estilo musical tendría que adherirse a uno de los conceptos de la estética aristotélica que dominaba en la época; la imitación de la naturaleza.


Cuatro de estos conciertos, pertenecientes a Il cimento dell´armonia e dell´invenzione y reunidos en el Op. 8 (1725) escritos para violín solista, orquesta de cuerdas y clavecín, son los que se conocen con el nombre de Las cuatro estaciones.


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Retazos.





 





“Ni en Esquilo ni en Dante, maestros severos de la ternura, ni en Shakespeare, el más puramente humano de todos los grandes artistas, ni en la totalidad del mito y la leyenda celtas, donde la galanura del mundo se muestra a través de una bruma de lágrimas y la vida de un hombre no es más que la vida de una flor, hay nada que en pura simplicidad de patetismo fundida y unida con sublimidad de efecto trágico pueda ni equipararse ni acercarse siquiera al último acto de la Pasión de Cristo. 

sábado, 24 de diciembre de 2016

Navidad. Unas fechas por las que hay que pasar.

Puerta principal de la Catedral Nueva de Salamanca
con escenas del Nacimiento y Adoración de los Reyes



La Navidad, que en el siglo XVII tuvo que ser rescatada de la tristeza, tiene que ser rescatada en el siglo XXI de la frivolidad. La Navidad, como tantas otras creaciones cristianas y católicas, es una boda. Es la boda del más indómito espíritu de gozo humano con el más elevado espíritu de humildad y sentido místico. Y el paralelo de una boda es bien válido en más de una manera; porque este nuevo peligro que amenaza la Navidad es el mismo que hace tiempo ha vulgarizado y viciado las bodas.

Es lógico que haya pompa y gozo popular en una boda; de ninguna manera estoy de acuerdo con los que querrían que fuera algo privado y personal, como la declaración de amor o el compromiso de matrimonio. Si una persona no está orgullosa de casarse, ¿de qué podrá enorgullecerse?, ¿y por qué se empeña entonces en casarse? Pero en casos normales todo este jolgorio que se organiza está subordinado al matrimonio porque existe “en honor” del matrimonio. Fueron a ese lugar a casarse, no a alegrarse; y se alegran porque se han casado. Sin embargo, en tantas bodas de famosos se pierden de vista por completo este serio objetivo y no queda nada más que la frivolidad. Porque la frivolidad es el intento de alegrarse sin nada sobre lo que alegrarse. El resultado es que al final hasta la frivolidad como frivolidad empieza a desvanecerse. Quienes empezaron a juntarse sólo por diversión acaban haciéndolo sólo porque está de moda; y no queda ni siquiera la más débil sugestión de regocijo, sino tan sólo de ruido y alboroto.

De manera parecida, la gente está perdiendo la capacidad de disfrutar la Navidad porque la ha identificado con el regocijo. Una vez que han perdido de vista la antigua sugestión de que es por alguna cosa que ocurre, caen naturalmente en pausas en las que se preguntan con asombro si es que ocurre algo de verdad. Que se nos diga que nos alegremos el día de Navidad es razonable e inteligente, pero sólo si se entiende lo que el mismo nombre de la fiesta significa. Que se nos diga que nos alegremos el 25 de diciembre es como si alguien nos dice que nos alegremos a las once y cuarto de un jueves por la mañana. Uno no puede ser frívolo así, de repente, a no ser que crea que existe una razón seria para ser frívolo. Un hombre podría organizar una fiesta si hubiera heredado una fortuna; incluso podría hacer bromas sobre la fortuna. Pero no haría nada de eso si la fortuna fuera una broma. No sería tan bullicioso, le hubiera dejado puñados de billetes bancarios falsos o un talonario de cheques sin fondos. Por divertida que fuera la acción del testador, no sería durante mucho tiempo ocasión de festividades sociales y celebraciones de todo tipo. No se puede empezar ni siquiera una francachela por una herencia que es sólo ficticia. No se puede empezar una francachela para celebrar un milagro del que se sabe que no es más que un engaño de milagro. Al desechar el aspecto divino de la Navidad y exigir sólo el humano, se está pidiendo demasiado a la naturaleza humana. Se está pidiendo a los ciudadanos que iluminen la ciudad por una victoria que no ha tenido lugar.

Hoy nuestra tarea consiste en rescatar la festividad de la frivolidad. Es la única manera de que vuelva a ser festiva. Los niños todavía entienden la fiesta de Navidad: algunas veces festejan con exceso en lo que se refiere a comer una tarta o un pavo, pero no hay nunca nada frívolo en su actitud hacia la tarta o el pavo. Y tampoco hay la más mínima frivolidad en su actitud con respecto al árbol de Navidad o a los Reyes Magos. Poseen el sentido serio y hasta solemne de la gran verdad: que la Navidad es un momento del año en el que pasan cosas de verdad, cosas que no pasan siempre. Pero aun en los niños esa sensatez se encuentra de alguna manera en guerra con la sociedad. La vívida magia de esa noche y de ese día está siendo asesinada por la vulgar veleidad de los otros trescientos sesenta y cuatro días.





Romanticismo y Tradición
Por Jorge Pérez



(En “La mujer y la familia”. Tomado de Stat Veritas)

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