El recuerdo de una ventura no es un mal que afea la
vida; es un demonio encarnado que nos persigue hasta en sueños para roer una
por una todas las fibras de nuestra alma, semejante a esos monstruos traídos
del Asia por la superstición, llamados vampiros, espectros feroces que se
alimentan de la sangre de aquellos a quienes han amado. Manes espantosos que se
nutren a expensas de los vivos. Cuando se ha reconocido a este fantasma, no se
deberá temblar delante de él, dejándole que os absorba la vida, sino que así
como en Oriente se abre la tumba del cadáver perseguidor y se le hiere en el
pecho con el pié, es preciso abrir vuestro corazón donde yace la muerte
hambrienta que os devora y pasar como una espada vuestro pensamiento a través
de su sombra.
Documento hallado en diario Pimtoresco 1855.
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