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sábado, 25 de junio de 2016

"Oda a un ruiseñor",John Keats (1795-1821)









Me doy de bruces con uno de los grandes románticos de la literatura inglesa, es  John Keats. Sin duda lo considero como  el poeta más puro del Romanticismo; el que con más ahínco busca la belleza; el que consigue una poesía más esencial, despojada de todo lo accesorio. En sus Odas proyecta su mirada melancólica sobre el amor, el dolor, el paso del tiempo…

Al igual que sus coetáneos Keats murió joven y fuera de su patria .Murió en Roma, a los 26 años, pobre, enfermo de la maldita  tuberculosis y angustiado por la mala acogida de sus libros.
Durante la primavera y el verano de 1819, Keats escribía sus mejores poemas: "Oda a una urna griega" y "Oda a un ruiseñor", piezas clásicas de la literatura inglesa, que aparecieron en el tercero y mejor de sus libros, Lamia, Isabella, la víspera de santa Inés y otros poemas (1820).

En este poema el poeta oye al ruiseñor en los anocheceres de Hampstead, y su oda nacerá del entresueño como un abrazo a lo circundante, a un mundo que el canto del ave sensibiliza, vuelve acorde. La idea del poema nace cuando el ruiseñor, el ruiseñor que canta por fina maestría, hiere de música al poeta en medio de su abandono silvestre, y tanta felicidad sonora le duele, no por envidia sino por sobreabundancia de gozo. El corazón le duele porque ningún corazón soporta sin dolor la felicidad extrema, esa explicación indecible.

Qué casualidad, estas noches tan calurosas ya empiezan a oírse los primeros cantos del ruiseñor aquí en donde vivo.

Que tengáis un buen día. 




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viernes, 24 de junio de 2016

El paso del fuego. Noche de San Juan.









El fuego todo lo cura, todo lo sana. Es la noche del 23 al 24 del mes de junio, mes del cambio de solsticio. Es la noche de San Juan -el solsticio de verano- la más corta del año, aquella que los primitivos consideraron mágica y eligieron para celebrar sus ritos con fuego. Luego la Iglesia pondría en ella la fiesta de San Juan, el  Bautista, ya que dicen nació en esa fecha. Pero ya desde antiguo las gentes del Viejo Continente encendían hogueras para «ayudar» al Sol a que no perdiera fuerzas. El fuego libraba de maleficios y se danzaba alrededor de las fogatas saltándose sobre ellas. Las cenizas tenían propiedades mágicas para hacer fructificar los campos. Hoy por muchas ciudades y pueblos se encienden hogueras que recuerdan aquellos antiguos rituales.
Rituales que tienen que ver, a la vez, con el fuego y el agua. En San Pedro de Manrique ,provincia de Soria, esa misma noche desde sus ancestros, los habitantes de esta villa tienen la habilidad de pisar la brasa sin quemarse.
El ascua, al rojo vivo,  ha de ser de roble, preparándose el fuego desde unas horas antes. Los más atrevidos pasan,  con sus plantas desnudas, esos tres metros de brasas ardiendo, generalmente, no sufren quemaduras de ningún tipo: el paso habrá de ser decidido, constante, sin miedo, con ritmo regular y muy concentrado.
Rito ancestral, cuyo origen y significado se esconde en el paso del tiempo y el espacio, pues hay muchas teorías y supuestos de su posible inicio y su trascendencia. En cualquier caso, ya de origen celtíbero, indio, romano, islámico, indoeuropeo o cualquier otro, cada noche de san Juan el fuego se encarga de avivar esas creencias y ritos, esos deseos y sueños, que se han repetido y se repetirán por años y años.
San Juan cristiano perdura sobre el sol pagano, el origen se mezcla con la adaptación, el fuego con la cruz y la Virgen de la Peña con los leños ardiendo. Religión y Panteísmo, superstición y culto a los dioses de la naturaleza, todo ello bien conjuntado y aderezado para dar más misterio a esta noche mágica.

 





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