sábado, 27 de agosto de 2016

Romance del Conde Olinos. Anónimo.













Este es uno de los romances anónimos más populares aquí en España. Muy simple y muy fácil de acompañar a la guitarra, normalmente es parte de la primera enseñanza auditiva del párvulo en sus prmieros días de aula. 
Se conocen más de 75 versiones, entre peninsulares, americanas, judías y combinadas con versiones de otros romances. El romance del Conde Olinos ha pasado de generación en generación durante siglos siendo exportado a todos los lugares del mundo en donde los españoles han estado presente.
La trágica historia de amor está pensada para el final feliz,  incluso  más allá de la muerte.

Espero que os guste.






Romance del Conde Olinos




Madrugaba el Conde Olinos,
mañanita de San Juan,
a dar agua a su caballo
a las orillas del mar.
Mientras el caballo bebe
canta un hermoso cantar:
las aves que iban volando
se paraban a escuchar;
caminante que camina
detiene su caminar;
navegante que navega
la nave vuelve hacia allá.
.

Desde la torre más alta
la reina le oyó cantar:
-Mira, hija, cómo canta
la sirenita del mar.
-No es la sirenita, madre,
que esa no tiene cantar;
es la voz del conde Olinos,
que por mí penando está.
-Si por tus amores pena
yo le mandaré matar,
que para casar contigo
le falta sangre real

-¡No le mande matar, madre;
no le mande usted matar,
que si mata al conde Olinos
juntos nos han de enterrar!
-¡Que lo maten a lanzadas
y su cuerpo echen al mar!
Él murió a la media noche;
ella, a los gallos cantar.
A ella, como hija de reyes,
la entierran en el altar,
y a él, como hijo de condes,
unos pasos más atrás.

De ella nace un rosal blanco;
de él, un espinar albar.
Crece el uno, crece el otro,
los dos se van a juntar.
La reina, llena de envidia,
ambos los mandó cortar;
el galán que los cortaba
no cesaba de llorar.
De ella naciera una garza;
de él, un fuerte gavilán.
Juntos vuelan por el cielo,
juntos vuelan para a par.




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lunes, 22 de agosto de 2016

Aire. Emilia Pardo Bazán (1851-1912)








Aire.


—Tenemos otra loca; pero ésa, interesante —díjome el director del manicomio, después de la descorazonadora visita al departamento de mujeres—. Otra loca que forma el más perfecto contraste con las infelices que acabamos de ver, y que se agarran al gabán de los visitantes, con risa cínica... Y figúrese usted que esta loca está enamorada; pero enamorada hasta el delirio. No habla más que de su novio, el cual, por señas, desde que la pobrecilla ha sido recluida aquí, no vino a verla ni una vez sola. Si yo creo que esta muchacha, suprimido el amor, estaría completamente cuerda. Verdad que lo mismo les pasa a muchos mortales. La pasión es quizá una forma transitoria de la alienación mental, desde que nos hemos civilizado.

—No —contesté—. En la Antigüedad precisamente es donde se encuentran los casos característicos de pasión: Fedra, Mirra, Hero y Leandro.

—¡Ah! Es que ya entonces estaba civilizada la especie. Yo me refiero a épocas primitivas.

—Sabe Dios —objeté— lo que pasaba en esas épocas, de las cuales no nos han quedado testimonios ni documentos. Lo indudable es que el sufrir tanto por cuestión de amor es uno de los tristes privilegios de la Humanidad, signo de nobleza y castigo a la vez. ¿Se puede ver a esa muchacha?

—Vamos; pero antes pondré a usted en algunos antecedentes. Ésta es una joven bien educada, hija de un empleado, que se quedó huérfana de padre y madre y tuvo que trabajar para comer. Se llama, deje usted que me acuerde, Cecilia, Cecilia Bohorques. Quiso dar lecciones de piano, pero no era lo que se dice una profesora, y por ese camino no consiguió nada. Pretendió acompañar señoritas, y le contestaron en todas partes que preferían francesas o inglesas, con las cuales se aprende... ¡sabe Dios qué! Entonces, la chica se decidió a coser por las casas, y en esta forma ya encontró medio de vivir: dicen que tiene habilidad y gracia para la cuestión de trapos. Se la disputaban y la traían en palma sus clientes. De su conducta todo el mundo se deshacía en alabanzas. Entonces la salió un novio, el hijo del médico Gandea, muchacho guapo, algo perdido. Amoríos, vehementes, una novela en acción. Según parece, el muchacho quería llevar la novela a su último capítulo, y ella se defendía, defensa que tiene mucho mérito, porque, repito, y los hechos lo han demostrado, que se encontraba absolutamente bajo el imperio de la más férvida ilusión amorosa. Una de las señales que caracterizan el poderío de esta ilusión es el efecto extraordinario, absolutamente fuera de toda relación con su causa, que produce una palabra o una frase del ser querido. Dijérase que es como palabra del Evangelio, que se graba indeleblemente en los senos mentales, y de la cual se deriva, a veces, todo el contenido de una existencia humana ¡Extraño dominio psíquico el que otorga la pasión!

El novio de Cecilia, al final de las escenas en que él solicitaba lo que ella negaba dominando todo el torrente de su voluntad rendida, solía exclamar en tono despreciativo:

—¡Tú no eres nadie; eres más fría que el aire!

Con su asonamiento y todo, la frasecilla acusadora se clavó como bala bien dirigida dentro del espíritu de la muchacha, y allí quedó, engendrando un convencimiento profundo. Ella era, seguramente, aire no más. Lo repetía a todas horas.

—Y ésta fue la primera señal que dio de su trastorno—. Como que no hizo otra cosa de raro, ni menos de inconveniente. Con el mismo aspecto de pudor y de reserva que va usted a verla ahora, siguió presentándose en las casas de las señoras para quienes trabajaba, y de estas señoras ha partido la idea de traerla aquí, a fin de que yo intente su curación. Se interesan por ella muchísimo.

—¿Y usted espera que cure?

—No —respondió el médico en tono decisivo y melancólico—. La experiencia me ha demostrado que estas locuras de agua mansa, sin arrebatos, sonrientes, dulces, apacibles en apariencia, son las que agarran y no se van. No temo a las brutales locuras de la sangre, sino a las poéticas, las refinadas, las delicadas, las finas. Yo les he puesto, allá en mi nomenclatura interna, este nombre: locuras del aire.

—¡Como la de Ofelia! —respondí.

—Como la de Ofelia, justamente. Aquel gran médico alienista que se llamó —o no se llamó— Guillermo Shakespeare, conocía maravillosamente el diagnóstico y el pronóstico...

Después de estas palabras de mal agüero, el médico me guió a la celda de la loca del aire. Estaba muy limpio el cuartito, y Cecilia, sentada en una silleta baja, miraba al través de la reja, con ansia infinita, el espacio azul del cielo y el espacio verde del jardín. Apenas volvió la cabeza al saludarle nosotros. Era la demente una muchacha delgadita y pálida; sus facciones aniñadas, menudas, serían bonitas si las animasen la alegría y la salud; pero es cierto que hay muy pocas locas hermosas, y Cecilia no lo era sino por la expresión realmente divina de sus grandes ojos negros cercados de livor azul y enrojecidos por el llanto cuando respondió a nuestras preguntas:

—¡Va a venir, va a venir a verme de un momento a otro! ¡Me quiere a perder, y yo, vamos, no sé decir lo que le quiero! Lo malo es que, acaso, al tiempo de venir, ya no me encontrará. Porque yo, aquí donde ustedes me ven, no soy nada, no soy nadie. ¡Soy más fría que el aire! Como que soy eso, aire. No tengo cuerpo, señores. ¡Y como no tengo cuerpo, no he podido obedecerle con el cuerpo ¿Se puede obedecer con lo que uno no tiene? ¿Verdad que no? Yo soy aire tan solamente. ¿No me creen? Si no fuese esa reja, verían cómo es verdad que soy aire. Y el día que quiera, a pesar de la reja, se convencerán de que aire soy. ¡Y nada más que aire! Él me lo dijo, y él dice siempre la verdad. ¿Saben ustedes cuándo me lo dijo la primera vez? Una tarde que fuimos de paseo a orillas del río, a las Delicias. ¡Qué bien olía el campo! Él me quería estrechar, y como soy aire, no pudo. ¡Y claro! ¡Se convenció! ¡Soy aire, aire solamente!

Comentó estas declaraciones una carcajada súbita, infantil. Salimos de la celda previo ofrecimiento de avisar al novio, si le encontrábamos, de que su amiga le esperaba con impaciencia. Y fue una semana después, a lo sumo, cuando leí la noticia en los periódicos. Llevaba este epígrafe: Suceso novelesco. ¡Novelesco! Vital, querrían decir: porque la vida es la grande y eterna noveladora.

Aprovechando quizá un descuido de los encargados de su custodia, presa de un vértigo y aferrada a la idea de que era aire, Cecilia trepó hasta la azotea de uno de los pabellones, se puso en pie en el alero y, exhalando un grito de placer (realizaba al fin su dicha), se arrojó al espacio.

Cayó sobre un montón de arena, desde una altura de veinte metros. Quedó inmóvil, amodorrada por la conmoción cerebral. Aún alentó y vivió angustiosamente dos días. El conocimiento no lo recobró.

Su última sensación fue la de beber el aire, de confundirse con él y de absorber en él el filtro de la muerte, que cura el amor.

Aire. Emilia Pardo Bazán (1851-1912)









Comentarios al respecto.

jueves, 18 de agosto de 2016

Gente Morena. Antonio María de Trueba y de la Quintana (1819-1889).-

Amy, Amy, por qué...






Esta tarde  el Prima Gótico nos trae a Antonio María de Trueba y de la Quintana, escritor español, conocido también como Antón el de los Cantares. Hijo de campesinos, su vocación literaria se despertó con los romances de ciego que le traía su padre cuando venía de visitar la feria. Tuvo que abandonar pronto la escuela para trabajar la tierra y el mineral de las minas de Las Encartaciones, su lugar natal.

 Cuando contaba quince años marchó a Madrid para evitar la primera Guerra Carlista; allí se empleó en la ferretería de un tío suyo y robó tiempo al sueño instruyéndose de forma autodidacta y leyendo autores románticos españoles. En 1845 consigue un puesto burocrático en el Ayuntamiento de Madrid y con ello logra más tiempo libre para consagrarse a la literatura. En 1851 publicó su primer libro, El libro de los Cantares, versos de tema variopinto que le dieron ya algún renombre; al mismo tiempo, colabora con poemas, artículos y cuentos en La Correspondencia de España, El Museo Universal, Correo de la Moda y La Ilustración Española y Americana. Prestó atención a la literatura infantil, colaborando en las publicaciones infantiles de la época y elaboró incluso un libro de villancicos. 

Os traigo uno de sus más bellos poemas que es un canto a la mujer morena. Estpero que os guste.


Poema
I
«Muchachas de tez de nieve
y de rubia cabellera
son florecitas, mas son
florecitas sin esencia.
Glaciales hijos del norte,
queredlas enhorabuena,
que os gustarán como os gusta
la nieve de vuestras sierras;
pero en Castilla queremos
muchachas de tez morena,
queremos almas ardientes,
como este sol que nos quema.
Moreno pintan a Cristo,
morena a la Magdalena,
morenas sin duda fueron
la granadina Zulema,
la aragonesa Isabel,
la castellana Jimena,
que en los anales de amor
dejaron memoria eterna;
morenitas suelen ser
las muchachas de mi tierra,
moreno es el bien que adoro.
¡Viva la gente morena!»


II
Así, pidiendo a la historia,
razones que a dar se niega,
los cantos meridionales
ensalzan a las morenas;
así el pueblo de Castilla
vuestra rubia cabellera
de color de ébano torna,
¡Oh Jesús! ¡Oh Magdalena!
Yo Antón el de los cantares,
también nací en esta tierra
donde el amor es la gloria
y el limbo la indiferencia;
pero yo al amor no pido
una mejilla trigueña,
que le pido una mejilla
de rosas y de azucenas.
¡Oh virgen de ojos azules
que vi llorar en mi aldea
de amor y melancolía
cuando doraba la sierra
el triste sol de los muertos,
tu amor quiero y tu tristeza!


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“ Kubla Khan” .Samuel Taylor Colerige (1772-1834).












El pensamiento gótico o corriente cultural gótica, desde mi punto de vista, está comprometida  con la intimidad del sujeto, sus ansias de libertad, el desarrollo como persona con inclusión de sus éxitos y frustraciones amorosas, la fantasía y la angustia vital. Si a todo este coctel le añadimos una mixtura de amor a la naturaleza, la búsqueda de una sociedad justa e igualitaria y el crecer como persona, tendremos entonces el combinado perfecto para alcanzar la felicidad en este “valle de lágrimas” que nos ha tocado vivir. No os parece…

Si opté por este mundo fue porque tras la lectura despiadada de todo aquello que se ajusta a lo anteriormente expuesto, me he visto protagonizado en sus personajes, siendo estos rebeldes, misteriosos y cuando no más simbólicos. Personajes que han dejado muestra de su paso por la historia siendo recordados para bien o para mal.

El personaje  que Prisma Gótico no trae hoy es Samuel Taylor Colerige, poeta, filósofo y crítico clasificado dentro de los “laguistas” como el líder del movimiento romántico inglés. Uno de sus hitos románticos es  su obra maestra “Baladas Líricas”, volumen que contiene los primeros  grandes poemas de la escuela romántica. 

Personalmente hay dos que más me gustan, una es  “El Cantar del Viejo Marinero”  que trata de un comentario de marineros que se dirigen a una boda y uno narra al otro las penalidades padecidas en una nave en la que mueren y enloquecen todos sus tripulantes. La  otra es el poema “ Kubla Khan” que, escrito bajo los efectos del opio, es un análisis de los sentimientos al más puro estilo romántico.
Os dejo, queridos lectores, un poquito de los dos. Espero, a pesar de la traducción,  que lo disfrutéis. 


KUBLA KHAN

En Xanadú, Kubla Khan mandó que levantaran su cúpula señera: allí donde discurre Alfa, el río sagrado, por cavernas que nunca ha sondeado el hombre, hacia un mar que el sol no alcanza jamás.

Dos veces cinco millas de tierra muy feraz ciñeron de altas torres y murallas: y había allí jardines con brillo de arroyuelos, donde  abundaba el árbol del incienso florecido, así como  bosques viejos y colinas cercando los rincones del verde soleado.

¡Oh sima de misterio, que se abría bajo la verde loma, cruzando entre los cedros! Era un lugar salvaje, tan sacro y hechizado como el que frecuentara, bajo menguante luna, una mujer gimiendo de amor por un espíritu. Y del abismo hirviente y con fragores sin fin, cual si la tierra jadeara, hizo que brotara un agua caudalosa, entre cuyo manar veloz e intermitente se enlazaban fragmentos enormes, a manera de granizo o de mies que el trillador separa: y en medio de las rocas danzantes, para siempre, lanzose el sacro río. Cinco millas de sierpe, como en un laberinto, siguió el sagrado río por valles y collados, hacia aquellas cavernas que nunca ha entrado el hombre, y hundiéndose con fragor en una mar sin vida: y en medio del estruendo, oyó Kubla, lejanas las voces de otros tiempos, augurio  de guerra.
La sombra de la cúpula deliciosa flotaba encima de las ondas, y allí se oía aquel rumor mezclado del agua y las cavernas. ¡Oh, singular, maravillosa fábrica: sobre heladas cavernas la cúpula de sol!

Un día, en mis sueños, una joven con un salterio aparecía recién llegada  de Abisinia, esa doncella pulsaba el salterio; cantando a las montañas de Aboré. Si revivir lograra en mis entrañas su música y su canto, tal fuera mi delicia, que con la melodía potente y sostenida alzaría en el aire aquella cúpula, la cúpula de sol y las cuevas de hielo. Y cuantos me escucharan las verían y todos clamarían: ¡Deteneos! ¡Ved sus ojos de llama y su cabello loco! Tres círculos trazad en torno suyo y los ojos cerrad con miedo sacro, pues se nutrió con néctar de las flores y la leche probó del Paraíso.


Sigue este enlace, y  súbelo un poquito….




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