Epitafio de una
joven.
La joven acaba de ver a su amante
y trae las manos encarnadas. Su madre le dice:
-Hija mía, ¿por qué tienes las
manos tan encarnadas?
-Madre, he estado cogiendo rosas,y me he
punzado con las espinas.
Otro día vio a su amante y volvió con los
labios encarnados. Su madre le dijo:
-¿por qué tienes los labios
encarnados?
-Madre, he estado cogiendo fruta
por los matorrales, y con el jugo se han puesto encarnados.
Otra vez vio a su amante, y
volvió con el rostro pálido. Su madre le dijo:
- hija mía, ¿por qué estás tan pálida?
-¡Ay! madre mía, haz que me abran la
sepultura, que me entierren pronto, y pon sobre mi tumba una cruz con estas
palabras:
Un día
vino con las manos encarnadas, porque su amante las había estrechado entre las
suyas, otro día vino con los labios encarnados, porque su amante los había
cubierto de besos; una tarde por fin vino con el rostro pálido, porque su
amante la había engañado.
Así nos lo tradujo
Augusto Ferrán
El poema es de Johan Ludvig Runeberg poeta nacional finlandés que escribió en
sueco, y además ejerció gran influencia en la literatura sueca. La poesía de
Runeberg ha sido comparada a la de los grandes románticos europeos como Hugo,
Shelley, Keats, Lermontov y Petöfi. Fue el primer escritor finlandés que
consiguió resonancia nacional.
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