“Calipso, la divina entre las
deidades, me detuvo allá, en huecas grutas, anhelando que fuese su esposo; y de
la misma suerte la dolosa Circe me acogió anteriormente en su palacio, deseando
también tomarme por marido; ni aquella ni ésta consiguieron infundir convicción
a mi ánimo. No hay cosa más dulce que la patria y los padres, aunque se habite
en una casa opulenta, pero lejana, en un país extraño, apartada” .-
(Odisea, IX, 2-39).
Es el mismísimo Ulises esta vez quien viene a mi
pensamiento. Cuando Odiseo hace naufragar su barco presa de la tormenta llega a
la isla de Ogigia donde se halla la hermosa Calipso que como buena anfitriona
le hospedó en su morada, agasajándolo con ricos manjares, buenos vinos,
deliciosos moscateles y como no, su propio lecho. Fueron siete los años que paso en este paraíso
teniendo con ella cuatro hijos.
Las artes de Calipso hicieron olvidar su vida
anterior ofreciéndole la inmortalidad y la juventud eterna si aceptaba quedarse
en la isla con ella. En un impulso
obsesivo por poseerlo completamente y evitar su partida, es ella misma quien le
propone a Ulises transcender su condición de mortal y vencer a la muerte.
Hasta ese momento es nuestro navegante quien ha
defendido sus recuerdos, afrontado las distintas pruebas y padecidos
innumerables sufrimientos a fin de realizar su proyecto de pasar las fronteras
de lo humano y regresar desde allí a su condición original. Pero amigos
lectores quién puede decir no a la mismísima
Calipso y a la eterna juventud…, ¿Quién podría desoír semejante ofrecimiento?. Transformarse,
al igual que una crisálida, de un mortal en un dios con un sencillo gestó de magia.
Ulises sabe, sin embargo, que se trata de una
inmortalidad basada en el olvido, en el olvido sin que nadie vuelva a mencionar
su gesta, su nombre, que ningún poeta cante su gloria. Es justo el cambio…
La
segura respuesta de Ulises no se hace esperar: ¡No te enojes venerada deidad! Conozco
muy bien a la prudente Penélope y sé que te es inferior en belleza y en
estatura; siendo ella mortal y tú inmortal y exenta de vejez. No obstante,
deseo y anhelo continuamente irme a mi casa y ver lucir el día de mi vuelta.
- "Pero si te quedas conmigo te ofrezco la inmortalidad " , ¿o acaso es Penélope mejor que yo?
- "Pero si te quedas conmigo te ofrezco la inmortalidad " , ¿o acaso es Penélope mejor que yo?
-"Claro que no. Tu eres una diosa. Eres mucho
mejor que ella. Pero Penélope es mi hogar, es mi vida"
Con este sencillo gesto, nuestro Ulises ha puesto a la
vista lo sustantivo; la vida terrena con los seres queridos es superior al
espejismo de la inmortalidad.
prismagotico.blogspot.com
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