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Un caso raro.
Eugenio de Ochoa. (Lezo, 1815 - Madrid, 1872)
Editor, escritor y crítico español.
Existía en
Jaén no hace muchos años una casa de campo, la casa del duende, porque cuando
se entraba en ella con una vela apagada, esta se encendía sola y, al revés, si
estaba encendida al punto se apagaba. El narrador explica el porqué de este
fenómeno.
Antiguamente
vivía en esa ciudad un tal Mateo Bergante, quien desde su infancia empezó a
cometer pequeñas fechorías y a no respetar bienes ajenos. Acabó marchándose del
hogar familiar y deambuló por el mundo practicando sus latrocinios, hasta que
le prendió la justicia y fue condenado a muerte. Antes de ejecutarse la
sentencia, se le apareció el diablo en el calabozo, quien le propuso un pacto:
que le alargaría la vida dos años más a cambio de que le entregara su alma al
cabo de este tiempo. Antes de cumplirse el plazo, Mateo se retiró a la
susodicha casa de campo, que previamente había mandado construir con sus
ganancias, en compañía de un franciscano y de una asistenta. Una noche,
mientras cenaban, la buena mujer vio en la bodega al demonio, el cual le
transmitió su deseo de entrevistarse con el mozo, ya que ese mismo día se
cumplía el plazo. Este le pidió ayuda al fraile. Ambos bajaron al sótano con
una vela encendida y el franciscano le pidió al diablo que les dejara antes
terminar la cena y que tan pronto se consumiera la vela Mateo le donaría su
alma. El diablo aceptó y entonces el fraile apagó de golpe la vela, con lo que
aquel quedó burlado. Mateo guardó la vela y pudo vivir muchos años. Cuando
murió, como San Pedro se negara a admitirle en el cielo, hubo de retornar en
espíritu a la casa. Desde entonces Satanás enciende todas las velas que halla,
pero Mateo las apaga.
Lux in
tenebris lucet (“Y la luz brilló en las tinieblas”)
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