domingo, 19 de junio de 2016

La guirnalda de rosas.




La guirnalda de rosas. Canto sefardí.


Revisando mi Caja de Pandora, caja en la que guardo todos esos objetos valiosos que he ido recopilando a través del tiempo, he encontrado una de las joyas más hermosas e interesantes del romancero judeoespañol.

De transmisión oral, ha pasado de generación en generación por las comunidades sefardíes del Mediterráneo oriental, en las que debió arrastrar larga vida oral, según prueba una versión que fue anotada,  posiblemente a finales del siglo XVIII, en el llamado  Manuscrito Hazán de Rodas.

 “ La guirnalda de rosas”

Fue impresa en un pliego suelto que comenzaba:



–Esa guirnalda de rosas, hija, ¿quién te la endonara?
–Donómela un caballero que por mi puerta pasara;
tomárame por la mano, a su casa me llevara,
en un portalico escuro conmigo se deleitara.
Echóme en cama de rosas en la cual nunca fui echada,
hízome, no sé qué hizo, que d’él vengo enamorada;
traigo, madre, la camisa de sangre toda manchada.
–¡Oh sobresalto rabioso!, ¡que mi ánima es turbada!
Si dices verdad, mi hija, tu honra no vale nada,
que la gente es maldiciente, luego serás deshonrada.
–Calledes, madre, calledes, calléis, madre muy amada,
que más vale un buen amigo que no ser mal maridada.
Dame el buen amigo, madre, buen mantillo y buena saya,
la que cobra mal marido vive malaventurada.
–Hija, pues queréis así, tú contenta, yo pagada.


MEAH, sección Hebreo 55 (2006), 191-207







Muchos son los paralelismos de este poema con la literatura del Romanticismo. El simbolismo de la guirnalda de la joven destila, evidentemente, el aroma de las baladas populares en las que tanto se inspiraron los poetas románticos. Porque es innegable que las ansiosas preguntas de la madre y la confesión de la hija, y las alusiones a las rosas y a la sangre, como indicios del lance erótico de la muchacha, dan un difuso aire de familia a todos estos textos.
Muchos más textos literarios podrían dar fe de la importancia del tópico de la guirnalda, de la corona o del ramo de flores como objeto, como recompensa, como prueba de trato sexual o de relación amatoria.

Recuérdese el impresionante episodio de La Casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca, dramáticamente revelador, porque identifica la corona de flores con el premio del varón a los favores sexuales de la mujer.

LA PONCIA
Hablaban de Paca la Roseta. Anoche ataron a su marido a un pesebre y a ella se la llevaron en la grupa del caballo hasta lo alto del olivar.
BERNARDA
¿Y ella?
LA PONCIA
Ella, tan conforme. Dicen que iba con los pechos fuera y Maximiliano la llevaba cogida como si tocara la guitarra. ¡Un horror!
BERNARDA
¿Y qué pasó?
LA PONCIA
Lo que tenía que pasar. Volvieron casi de día. Paca la Roseta traía el pelo suelto y una corona de flores en la cabeza.
BERNARDA
Es la única mujer mala que tenemos en el pueblo.
LA PONCIA.
Porque no es de aquí. Es de muy lejos. Y los que fueron con ella son también hijos de forasteros. Los hombres de aquí no son capaces de eso.



Os aviso, estimadas lectoras, que hoy es tiempo de rosas…




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