La guirnalda de rosas. Canto sefardí.
Revisando mi
Caja de Pandora, caja en la que guardo todos esos objetos valiosos que he ido
recopilando a través del tiempo, he encontrado una de las joyas más hermosas e
interesantes del romancero judeoespañol.
De
transmisión oral, ha pasado de generación en generación por las comunidades sefardíes
del Mediterráneo oriental, en las que debió arrastrar larga vida oral, según prueba
una versión que fue anotada, posiblemente
a finales del siglo XVIII, en el llamado Manuscrito Hazán de Rodas.
“ La guirnalda de rosas”
Fue impresa
en un pliego suelto que comenzaba:
–Esa guirnalda
de rosas, hija, ¿quién te la endonara?
–Donómela un
caballero que por mi puerta pasara;
tomárame por
la mano, a su casa me llevara,
en un
portalico escuro conmigo se deleitara.
Echóme en
cama de rosas en la cual nunca fui echada,
hízome, no
sé qué hizo, que d’él vengo enamorada;
traigo,
madre, la camisa de sangre toda manchada.
–¡Oh
sobresalto rabioso!, ¡que mi ánima es turbada!
Si dices
verdad, mi hija, tu honra no vale nada,
que la gente
es maldiciente, luego serás deshonrada.
–Calledes,
madre, calledes, calléis, madre muy amada,
que más vale
un buen amigo que no ser mal maridada.
Dame el buen
amigo, madre, buen mantillo y buena saya,
la que cobra
mal marido vive malaventurada.
–Hija, pues
queréis así, tú contenta, yo pagada.
MEAH, sección Hebreo 55 (2006), 191-207
Muchos son
los paralelismos de este poema con la literatura del Romanticismo. El
simbolismo de la guirnalda de la joven destila, evidentemente, el aroma de las baladas
populares en las que tanto se inspiraron los poetas románticos. Porque es
innegable que las ansiosas preguntas de la madre y la confesión de la hija, y
las alusiones a las rosas y a la sangre, como indicios del lance erótico de la
muchacha, dan un difuso aire de familia a todos estos textos.
Muchos más
textos literarios podrían dar fe de la importancia del tópico de la guirnalda,
de la corona o del ramo de flores como objeto, como recompensa, como prueba de
trato sexual o de relación amatoria.
Recuérdese
el impresionante episodio de La Casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca,
dramáticamente revelador, porque identifica la corona de flores con el premio
del varón a los favores sexuales de la mujer.
LA PONCIA
Hablaban de
Paca la Roseta. Anoche ataron a su marido a un pesebre y a ella se la llevaron
en la grupa del caballo hasta lo alto del olivar.
BERNARDA
¿Y ella?
LA PONCIA
Ella, tan
conforme. Dicen que iba con los pechos fuera y Maximiliano la llevaba cogida
como si tocara la guitarra. ¡Un horror!
BERNARDA
¿Y qué pasó?
LA PONCIA
Lo que tenía
que pasar. Volvieron casi de día. Paca la Roseta traía el pelo suelto y una
corona de flores en la cabeza.
BERNARDA
Es la única
mujer mala que tenemos en el pueblo.
LA PONCIA.
Porque no es
de aquí. Es de muy lejos. Y los que fueron con ella son también
hijos de forasteros. Los hombres de aquí no son capaces de eso.
Os aviso,
estimadas lectoras, que hoy es tiempo de rosas…
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