sábado, 29 de octubre de 2016

Tuberculosis. Un castigo de la época.








Tuberculosis. Un castigo de la época.

Tuberculosis (tisis, consunción, escrófula, mal de Pott, plaga blanca). Es la enfermedad infecciosa más prevalente en el mundo. Causada por diversas especies del género Mycobacterium Tuberculosis.

No fue hasta 1882 cuando Koch descubrió el bacilo causante de la enfermedad. Se transmite por vía respiratoria y digestiva (leche de vacas infectadas).Puede cursar con localizaciones extra pulmonares: sistema nervioso central, meninges, oftálmica, cardiovascular, genito urinaria y diseminada (tuberculosis miliar).

A finales del siglo XVIII y comienzos del XIX afectaba más a los jóvenes siendo vista la muerte en el Romanticismo como una liberación; y el suicidio o el abandono total hasta contraer la Tisis constituía una meta admitida y deseada. A lo largo del siglo XIX permanecía vigente la doctrina anticontagionista. Era una enfermedad hereditaria que amenazaba con degenerar la raza y despoblar el mundo, y que permanecía latente hasta que afloraba por componentes climáticos, alimentación insuficiente, aire viciado en casa o en el trabajo, hacinamiento, trabajo excesivo, onanismo y causas morales (pasión de ánimo deprimente).

La sociedad se atemorizó ante ella y trató de ocultarla. No obstante en la España del siglo XVIII, a diferencia de Europa, se pensaba en una causa contagiosa, promulgándose ordenanzas avanzadas de higiene pública que fueron abolidas con las conquistas napoleónicas. Hasta mediados del siglo no se realizaron estudios epidemiológicos en diversas ciudades españolas para conocer el alcance de la enfermedad. La prevención y el tratamiento consistía en buena alimentación, habitaciones sanas, trabajo moderado, salubridad en grandes poblaciones, inspección de colegios para evitar el vicio del onanismo, y el alejamiento de los enfermos para su recuperación en colonias escolares y sanatorios. También se seguían utilizando medicamentos de lo más diverso e ineficaz como el arsénico, el tanino, el yodo, las inhalaciones de alquitrán, la creosota y la ingesta de alcohol.

Según manuales médicos de la época,  un  ejemplo del tratamiento para esta enfermedad, que podía ser común a otras infecciones, era empezar por una corta sangría, que se repetía alguna vez en los casos positivamente inflamatorios; no obstante se suspendía cuando se observaba en los principios un abatimiento grande con pulsos débiles y en los que se notaban ansias de vomitar, regueros podridos con suma inapetencia.

Después se procuraba templar el calor excesivo con la agua fría o la frisana de cebada, grama o escorzonera fría de nieve si la había y para conseguir la putrefacción alcalina de los humores se  daba en ésta o  en el agua natural el zumo de limón o espíritu de vitriolo, y alguna vez también aquél en el caldo. Siempre se  procuraba que tuviesen el vientre libre con lavativas emolientes y atemperantes, como la de agua de pollo, malvas o cebada, ya con miel o con aceite de almendras dulces y muchas veces con la agua sola.

Para evacuar los humores biliosos corrompidos, que causaban un peso fuerte en el estómago e intestinos, se utilizaba  un fomento propio de lombrices, o se les hacía tomar el aceite de almendras dulces recien sacado del  fuego, mucha agua fría con el oxinuel simple o la miel rosada o la frisana con los tamarindos, y para combatir la fierbre algún purgante, proporcionado a la edad.

J. L CARRILLO
.,                Enfermedad y Sociedad en la Málaga de la Ilustración: del tifus
exantemático a la fiebre amarilla,




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