La muerte de Chatterton (1856) de Henry Wallis. |
Considera que eres y en tierra te has de convertir. Día
llegará en que será necesario morir y pudrirse en una fosa, donde estarás
cubierto de gusanos. A todos, nobles o plebeyos, principies o vasallos, ha de
tocar la misma suerte. Apenas, con el último suspiro, salga el alma del cuerpo,
pasará a la eternidad, y el cuerpo, luego, ser reducirá a polvo.
Imagínate en presencia de una persona que acaba de expirar:
Mira aquel cadáver, tendido aún en su lecho de mortuorio; la cabeza inclinada
sobre el pecho; esparcido el cabello, todavía bañado por el sudor de la
muerte; hundidos los ojos; desencajadas
las mejillas; el rostro de color ceniza; los labios y la lengua de color plomo;
yerto y pesado el cuerpo… Tiembla y palidece quien lo ve… Cuántos, sólo por
haber contemplado a un pariente o amigo muerto, han mudado de vida y abandonado
el mundo.
Pero todavía inspira el cadáver horror más intenso cuando
comienza a descomponerse… Ni un día ha pasado desde que murió aquel joven, y ya
se percibe un hedor insoportable. Hay que abrir las ventanas, y quemar perfumes,
y procurar que pronto lleven al difunto a la iglesia o al cementerio, y que le entierren
en seguida, para que no inficione toda la casa… Y lo que haya sido aquel cuerpo, de un noble o un
potentado, no servirá, acaso, sino para que despida más insufrible fetidez,
dice un autor.
Dios me guardia del día de las alabanzas. Por fin, al poco
tiempo, nadie hablará de él, y hasta sus deudos más allegados no quieren que de
él se les hable, por no renovar el dolor. En las visitas de duelo se trata de
otras cosas; y si alguien se atreve a
mencionar al muerto, no falta un pariente que diga: “Si, por caridad, no me lo
nombréis más”.
Considera que lo que has hecho en la muerte de tus deudos y
amigos así se hará en la tuya. Entran los vivos en la escena del mundo a
representar su papel y a recoger la hacienda y ocupar el puesto de los que
mueren; pero el aprecio y memoria de
estos poco o nada dura. Aflíjanse al principio los parientes algunos días, mas
en breve se consuelan por la herencia que hayan obtenido, y muy poco después
parece como que su muerte los regocija. En aquella misma casa donde hayas
exhalado el último suspiro, y donde Jesucristo te habrá juzgado, pronto se
celebrarán, como antes, banquetes y bailes, fiestas y juegos… Y tu alma, ¿dónde
estará entonces?.
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