domingo, 21 de mayo de 2017

Si no tengo amor...





Hoy no me he podido retener el comentar yo mismo la lectura de hoy maravillosa y a menudo mal entendida. En esta segunda lectura, encontramos un mensaje importantísimo: Se trata del célebre himno de San Pablo a la caridad. Caridad es el término religioso para decir amor. Por lo tanto se trata de un himno al amor, tal vez el más célebre y sublime que jamás se haya escrito.
Cuando apareció el cristianismo, el nombre común del amor era entones eros (de ahí viene erótico y erotismo). El cristianismo entendió que este amor pasional no expresaba bien el nuevo significado del concepto bíblico. Por ello lo sustituyó por el concepto de ‘agape’, que en griego significa más bien caridad, aunque esta palabra pasara posteriormente a tener un sentido diferente (hacer caridad, obras de caridad).
La diferencia principal entre los dos amores es ésta. El amor erótico es exclusivo entre dos personas. El amor agape, al contrario, abarca a todos, no puede excluir a nadie, ni siquiera al enemigo.
Ejemplos de estos amores: El primero es el que oímos en labios de Violeta en la Traviata de Verdi: «Ámame Alfredo, ámame cuanto yo te amo». El segundo es aquél de Jesús que dice: «Como yo os he amado, amaos así los unos a los otros».
Otra diferencia: El amor erótico por su naturaleza no dura mucho tiempo, sólo dura hasta cambiar de objeto, o sea, enamorándose sucesivamente de varias personas. En cambio San Pablo dice que el agape, la caridad, «permanece», más aún, es lo único que permanece eternamente, incluso después de que hayan cesado la fe y la esperanza.

Entre los dos amores no existe separación clara ni contraposición, sino más bien desarrollo, crecimiento. El primero, el eros, es para nosotros el punto de partida; el segundo, la caridad, el punto de llegada. Entre ambos existe todo el espacio para una educación al amor y un crecimiento en él. Tomemos el caso más común, el amor entre esposos. Al principio prevalecerá el eros, la atracción, el deseo recíproco, la conquista del otro, y por lo tanto un cierto egoísmo. Si este amor no se esfuerza por enriquecerse, poco a poco, de una dimensión nueva, hecha de gratuidad, de ternura recíproca, de capacidad de olvidarse por el otro y de proyectarse en los hijos, todos sabemos cómo acabará.

El mensaje de Pablo es de gran actualidad. El mundo del espectáculo y de la publicidad parece empeñado en inculcar a los jóvenes que el amor se reduce al eros y el eros al sexo. Que la vida es un idilio continuo en un mundo donde todo es bello, joven, saludable; donde no existe vejez, enfermedad y todos pueden gastar cuanto quieran. Pero ésta es un espejismo fatal que genera expectativas desproporcionadas, que desilusiona provocando frustraciones, rebelión contra la familia y la sociedad, y abre a menudo la puerta al delito. La Palabra de Dios nos ayuda a que no se apague del todo en la gente el sentido crítico frente a lo que diariamente se le propina. 



I Corintios 13



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